Pablo Gentili: “La OCDE imbeciliza el concepto de conocimiento”

Pablo Gentili es uno de los mayores expertos en educación y desigualdad de Latinoamérica. Hablamos con él sobre OCDE, PISA y educación.


Pablo Gentili (Buenos Aires, 1963) es una de las personas que más sabe de educación y desigualdades sociales de América Latina y, seguramente, de España. Es secretario genral de CLACSO. Recientemente ha hecho una visita a Madrid para participar en el XV Forum de la Federación de Enseñanza de CCOO. Aprovechamos para hablar con él sobre educación, PISA, pactos y la importancia de la escuela en nuestras sociedades.

Durante su intervención lanza una idea que tal vez hayamos dejado aparcada en los debates sobre profesión docente: los docentes que tienen más dificultades deben recibir más apoyo, frente a quienes defienden que quienes lo tienen mejor, sean ensalzados.

Se habla mucho de incentivar a los docentes que van bien. Tú hablas de apoyar a quienes no van tan bien. Esto no es muy habitual

Este es el sistema de evaluación que premia a los mejores, que supone que las personas funcionan mediante un estímulo de premio y castigo. Trata de imponer en la escuela un modelo empresarial en donde si tú reúnes ciertas características, ganas más. Características que no necesariamente están ligadas al conocimiento ni a la profesionalidad sino a justificaciones de discriminación social: si eres mujer ganas menos, si eres negro ganas menos, si eres inmigrante ganas menos… el mercado de trabajo no premia a los mejores por su inteligencia, los premia por otros atributos. Y ese modelo se intenta imponer en el sistema educativo.

Esto genera desigualdad y una profunda injusticia y una dinámica de trabajo profundamente individualista en los centros.

¿Cómo?

Si de lo que se trata es de ser premiado por mi capacidad de destacar y diferenciarme, necesito ganarte a ti y que tú no te destaques. Estimulo un trabajo muy poco solidario, individualista. Y el desinterés por la socialización y la posibilidad de compartir las buenas experiencias.

Cuando se discuten los incentivos o de cómo mejorar el profesorado, de lo que se trata es de generar estrategias que potencien lo que tiene de bueno como colectivo, no solo los atributos individuales… Lo que ocurre en las instituciones educativas es producto de un trabajo colectivo. Hay una serie de virtudes y cualidades que es necesario estimular y que no tienen que ver solo con la nota de PISA.

¿Qué características colectivas son esas?

En América Latina se ha producido una expansión muy grande de la escolaridad. Tenemos escuelas en las que los chicos no tienen un buen rendimiento como en los mejores centros. Pero tienen por primera vez acceso los alumnos y todas las familias. La escuela es un factor de promoción de acceso a la cultura muy importante. La posibilidad de que una familia que nunca tuvo un libro en la casa, tenga uno, es un actor positivo.

Si yo solo evalúo al niño y a ese docente según PISA, me da una visión muy distorsionada. Si lo comparo con un chico de un barrio de clase media de Buenos Aires, puedo llegar a la conclusión de que esa escuela es pésima, y estoy desconsiderando el enorme valor que tiene en esa comunidad.

Si solo premio al que se saca la nota más alta en matemáticas, genero un modelo de productividad que desestimula a los propios docentes porque quienes trabajan en las áreas más pobres son sistemáticamente humillados, descalificados, criminalizados y ofendidos por, supuestamente, su pésimo desempeño pedagógico. Hace que ellos, o sus directores o los propios padres les empiecen a exigir que trabajen en lo que se supone que es un buen padrón de desempeño: sacarse una buena nota.

Decías en tu intervención que esta homogeneización que es PISA supone la pérdida en Brasil de materias como Sociología. Aquí, el exministro Wert hablaba de asignaturas que distraen.

Es una visión reduccionista de la educación impuesta por la capacidad de orientación de la política de la OCDE. ¿Qué hacen PISA y la OCDE? Determinan, con un criterio arbitrario y que no se pone nunca en discusión, qué necesita aprender un joven para tener éxito. Esto debería ser motivo de un gran debate público: qué es necesario saber.

No se puede tomar como dato el mercado, porque supone cristalizar un modelo de desarrollo social profundamente injusto que vemos que genera miseria, exclusión. Cómo hacer un manual de sobrevivencia en la selva.

La primera pregunta es ¿queremos vivir en la selva? Si respondiéramos que queremos, en ese caso, discutamos qué conocimientos o competencias son necesarias.

Haciendo esto y asumiéndolo como lo hacía el ministro Wert, que tenía una visión bastante particular de la educación y del desarrollo, te sobran un montón de disciplinas. Si para triunfar en la vida hay que hacer lo que dice la OCDE, ¿para qué necesitas la música? ¿Para qué sirve el arte, la sociología, la filosofía? ¿Para qué sirve pensar, inclusive, en la matemática como una herramienta de transformación? La matemática que se aprende, es una matemática para los negocios, para la empresa, para la gestión, para el management. No es una matemática humana. Es una visión totalmente limitada, primitiva de la educación.

La OCDE no es que sea tan mala, pero imbeciliza el concepto de conocimiento en una sociedad, que, a su vez, imbeciliza lo que dice la OCDE. Cuando Wert entiende lo que dice la OCDE, lo trivializa mucho más, lo estupidiza mucho más.

Y esto va bajando hasta la directora de escuela. Es una escalera descendente de degradación del concepto de conocimiento que nos lleva no solo a la dramática evidencia de que el ministro quiere suprimir la sociología, si no de que los propios alumnos no saben para qué sirve la sociología y les molesta la sociología, les molesta la filosofía.

¿Por qué aceptamos tan fácilmente que el diagnóstico lo haga la OCDE?

En el caso de la izquierda, el pragmatismo político. En América Latina tenemos muchos gobiernos progresistas, no es solo un problema del socialismo aquí. La necesidad de responder a los medios, a los grupo de poder, te lleva a una cierta real politik a partir de la cual aceptás la regla del juego creyendo que la vas a poder dominar, y ella te termina dominando a ti.

En el caso del Partido Popular o las derechas en América, es por convicción. Creen que la educación es así. Tienen una visión segmentada, clasista de la sociedad. Es una concepción del mundo, de la sociedad, de educación. Y creo que la OCDE les muestra un camino.

Las ventajas de estos modelos perdagógicos empresariales es que simplifican mucho. Transmiten un mensaje muy claro que, por un lado, desresponsabiliza al estado y, por otro, atribuye a las familias o a las escuelas los problemas de la educación.

Si cada uno elige el centro que quiere, el resultado del centro también es parte de tu responsabilidad, porque tú lo elegiste. Como si alguien eligiera realmente. Las investigaciones en política educativa son claras, han demostrado que son mucho más los centros que eligen a los padres que los padres que eligen centros.

La OCED simplifica y explica el por qué algunos triufan y algunos fracasan. Se trata de que las escuelas se adapten. Y como decía, la mejor forma que creen que hay es que los docentes sientan el estímulo para mejorar ganando beneficios económicos. Si muestro que los que funcionan bien ganan más, los docentes se esforzarán.

Todo esto me da una narrativa. PISA es una narrativa de cómo funciona la escuela, no es solo una prueba. Me dice lo que está bien y mal. Plantea una meta, una salvación: el camino para llegar a Corea, es claro: hacer lo que hizo Corea. Lo cual es una simplificación total.

Igual que la religión me ofrece personas virtuosas, la OCDE me ofrece países virtuosos, una mística.

Pero las lecturas de PISA son muy particulares.

PISA simplifica pero después está la simplificación de la simplificación. Tú puedes usarlo para mostrar algunas cosas. Por ejemplo, Uruguay es un país con bajo resultado en PISA, pero en donde la diferencia entre los más altos puntajes y los más bajos es equilibrado. No tenés una curva enorme como en Chile.

Tenés unos puntajes altísimos en las élites chilenas que se educan en escuelas de super elite, privadas, y después el resto, que se sacan notas malísimas. El promedio te da más alto que Uruguay. Ahora ¿qué sistema educativo preferís?

Si yo aplicara el concepto PISA en Uruguay, haría más desigual el sistema educativo. Los que mejorarían no serían todos sino unos pocos, que subirían la nota final pero harían del sistema educativo mucho más desigual.

Hace unos días Save the Children publicó un estudio en el que decía que los más pobres fracasan y abandonan más.

Esa es una cosa que habría que estimular en las esccuelas, la retención. Si vos estimulas la competitividad, para la escuela puede ser un buen negocio la deserción. Porque se libera de los peores alumnos.

La deserción tiene que ver muchas veces con mecanismos asociados a la desigualdad, a la pobreza y con mecanismos que la institución genera para expulsar a los peores, para sacárselos de encima. Nos hemos acostumbrado a que en el sistema educativo, los que tienen problemas entorpecen, molestan.

La mejor escuela es en la que se forman los mejores alumnos. Pero me tienes que decir cuál fue la tasa de retención y a cuántos alumnos se expulsó. Porque no es un campeonato de fútbol, es el ejercicio de un derecho humano lo que está en juego.

¿Tiene que ver con recursos económicos?

Tiene que ver con que los recursos económicos no funcionen como un mecanismo de chantaje, pero también con una cultura, una visión de la escuela. Es una cuestión simbólica también.

Está en juego el prestigio, el reconocimiento. Como PISA se trata de un ranking, de un campeonato de fútbol, estar en las primeras posiciones te da prestigio. Te da reconocimiento y eso, creo, desintegra también comunidad educativa. Porque impone un ethos, un modelo ético que es profundamente desintegrador.

Volviendo a la retención, ¿se consigue con más dinero, con más docentes por aula?

Si uno hace diagnóstico y ve que hay unos problemas que son políticos y otros económicos, de recursos, y otros que son culturales, tiene que operar en los tres frentes.

En las cuestiones políticas creo que hay que definir cuáles son las prioridades de una nación en lo escolar. Para qué quiere España un sistema educativo. Para qué le sirve. Hay una clara diferenciación entre el modelo que quiere Podemos o el PSOE o IU… hablando de la construcción de la ciudadanía, de derechos, igualdad, compensación… Por otro lado, en las otras visiones, hay un papel menos enfático en el reconocimiento de la diversidad, y más en la dimensión competitiva, de resultados, de programas especiales, de acciones, más despolitizado.

La primera cuestión es esa, la política. Y esto tiene que ver con los docentes. Qué tienen que ser, que saber, para qué sirve su trabajo. Si queremos que sean meros transmisores de competencias que capacitan a nuestros chicos para unas pruebas que los habiliten como supuestos seres humanos inteligentes, o si queremos que sean productores de sentidos culturales, transmisores y constructores de conocimiento, promoteores de la justicia social. Significa asignarle al docente un papel político fundamental.

Si esto es así, tengo que ver dónde gasto los recursos. Por ejemplo, es un despropósito que si estoy en una crisis le regale 29 millones de euros a los más ricos para que vistan a sus chicos para ir a la escuela (como sucede en Madrid). Es absurdo.

Como lo es que tengamos la estructura tributaria tan regresiva en todos los países en donde los ricos no pagan impuestos o donde tienen paraísos fiscales. Tengo que ajustar mucho más el sistema fiscal, porque nos están robando la plata.

Y tengo que cambiar la cultura también. Crear un nuevo ethos de la educación que no la limite al mercado de trabajo. Que valorice lo que nos da. ¿Qué es lo que nos da? La educación me enseña e indignarme frente a la injusticia. En ella voy a aprender que es inaceptable que vivamos en una sociedad donde haya gente que se muera de hambre, donde haya gente que no tenga sus derechos más fundamentales, donde las mujeres ganen un 30% menos que los hombres, donde miles de personas mueran en el Mediterráneo. La discriminación racial, la violencia de género. Todo eso lo aprenden en la escuela.

Tenemos que hacer que la sociedad, colectivamente, reconozca esto. Es importante que la sociedad entienda que sus hijos están en la escuela no solo para aprender a manejar una computadora y así ser millonario. Está en la escuela para volverse una buena persona, un buen ciudadano, para involucrarse en los asuntos públicos.

¿Qué podemos aprender aquí de América Latina?

Cada país vive su experiencia política y construye su trayectoria. Pensar en una lógica de lecciones es complicado. Más que lo que se puede aprender, es lo que se puede reflexionar.

América aprendió mucho de la pedagogía crítica de España en los 80 y 90. Hay que politizar el debate educativo. La dificultad de un pacto es que lo que está por detrás es un modelo de sociedad. Hay ese mito de que la educación ha de ser una política de estado, pero si no estamos de acuerdo con el modelo de sociedad es difícil una política de estado.

Yo creo que una cosa que España tuvo y que veo que ahora está relativamente debilitado es este debate más político. No es un problema de métodos, es un problema político.

Ahora el PP gana todas las elecciones, pero en algún momento puede cambiar. Y cuando cambie, ¿qué va a pasar? Que si la izquierda no se une y comienza a construir una perspectiva de la política educativa más consensuada, ahí sí, si no se hace un pacto, si no se piensa en estos sectores que defienden los mismos intetreses aunque con caminos diferentes, quizá cuando la izquierda llegue al poder lo hará muy fragmentada. Esta es otra enseñanza que nos deja America Latina.


España y América son un territorio que deber ser internacionalizado más allá del comercio, por las movilizaciones, por las utopías que son comunes.

Tomado de: El Diario de la Educación

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